domingo, 6 de abril de 2008

Maniqueísmo

Maniqueismo:

Mani o Manes (en persa ????), (aproximadamente 210-276 d.C.) fue un líder religioso iranio, fundador del maniqueísmo, una antigua religión gnóstica que llegó a alcanzar una gran difusión, aunque se encuentra extinguida en la actualidad. Si bien sus escritos se han perdido, sus enseñanzas se han conservado parcialmente en manuscritos coptos, procedentes de Egipto, y en textos más tardíos del maniqueísmo que se desarrolló posteriormente en China, principalmente en la región de Turfán (Cuenca del Tarim).

Mani (nombre cuyo significado es joya) pertenecía por su origen a la nobleza parta. Su padre, Pattig, procedía de Hamadán, y su madre pertenecía a la familia de los Kamsaragan, emparentada con la dinastía reinante en el Imperio Parto, los Arsácidas. Mani pasó su infancia y juventud en el seno de una comunidad judía ascética conocida como los elkasitas. Según los relatos biográficos de al-Biruni -conservados en una enciclopedia del siglo X, el Fihrist, de Ibn al-Nadim-, recibió una revelación de un espíritu al que llamaba Syzygos o "Gemelo". Cuando tenía alrededor de 25 años, comenzó a predicar su nueva doctrina, basada en la idea de que podía alcanzarse la salvación mediante la educación, la negación de uno mismo, el vegetarianismo, el ayuno y la castidad. Más adelante, anunció que era el Paráclito prometido en el Nuevo Testamento, el Último Profeta y el Sello de los Profetas, último de una serie de hombres enviados por Dios que incluía a Set, Noé, Abraham, Shem, Nikotheos, Henoc, Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús. Durante su vida, los primeros misioneros de Mani difundieron la nueva fe por Persia, Palestina, Siria y Egipto.

Según parece, murió en prisión por orden del emperador sasánida Bahram I. Las fuentes discrepan en cuanto a la forma de su ejecución.

El escritor libanés Amin Maalouf escribió una novela histórica acerca de la vida de Mani, titulada Les jardins de lumière/«Los jardines de la luz», (1991).

Véase también:

* Gnosticismo
* Dualismo
* Zoroastrismo
* Maniqueísmo
* Paulicianos
* Bogomilos
* Patarinos
* Cátaros
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EL MANIQUEISMO
Mientras que en el Imperio Romano la formación de las grandes escuelas gnósticas concluye en el siglo II, en el Oriente (Mesopotamia), comienza en el siglo III una edad de oro de religión gnóstica a escala mundial. Es el trabajo de un hombre que ha pasado a la historia de la humanidad como uno de los grandes fundadores de religiones. Maniqueísmo, que es de lo que estamos hablando, puede ser considerado como una de las cuatro religiones mundiales conocidas a la historia de las religiones. Esto significa que comparte la posición con el Budismo, el Cristianismo y el Islam, pero que, en contraste con éstas, yace en el pasado. R.Haardt la ha caracterizado apropiadamente como “la sistematización final y lógica de la Gnosis de la antigüedad tardía como una religión universal de revelación con un carácter misionero”.

Las Condiciones de sus Orígenes

El terreno para el origen de esta religión gnóstica mundial — designación válida en su sentido más pleno — ha sido preparado durante un tiempo considerable ya que Mesopotamia tiene no sólo una civilización antiquísima sino también una rica variedad de tradiciones religiosas que se han desarrollado y encontrado aquí en el curso de una historia de algunos miles de años. Además de los retoños de antiguos cultos babilonios que pueden ser rastreados aquí y allí hasta el período helenístico tardío, estaban también las ideas religiosas iranias que penetraron durante el transcurso de la dominación persa (539 aC) y, luego de ésta y a partir de Alejandro, de la dominación helénica. Más aún, en el tiempo del llamado Exilio babilónico (597 aC) emergió en el país un fuerte judaísmo. Durante el transcurso del siglo II, el cristianismo penetró desde Siria y, en el norte especialmente, formó centros tales como Edesa y Nísibe.

Es notable que los grupos que predominaron al principio fueron luego declarados herejes, como los gnósticos (una escuela herética particular identificada en Edesa son los seguidores de un tal Cuq, los Cuquitas), marcionitas y judeocristianos. Esta particularidad del cristianismo oriental temprano era aparentemente típica de sus comienzos en el siglo II y III, y sirve para explicar el origen de las obras gnósticas y gnosticistas en esta región, tales como el apócrifo Hechos de Tomás con el gnóstico “Himno de la Perla”, las Odas de Salomón, y la figura de Bardesanes, que es uno de los precursores inmediatos de Manes.

a “iglesia” maniquea vivía ahora tiempos difíciles; la afligían persecuciones y cismas. El sucesor de Manes al frente de la comunidad también sufrió el martirio. Esto llevó a un decaimiento del maniqueísmo en los territorios persas (a lo que contribuyó, por último, el movimiento revolucionario de los mazdakíes, del 494 al 524, suprimidos con cruel severidad), pero no en los demás lugares; al contrario, su difusión en los países del Este y el Oeste, se intensificó con la emigración. Mercaderes y misioneros (apóstoles) continuaron la obra de su fundador.

Hacia el 300, la “enseñanza de la luz”, como era llamada, puede ser encontrada en Siria, el norte de Arabia, Egipto y el norte de África (en donde se le incorporó San Agustín del 373 al 382). Desde Siria alcanzó Palestina, Asia Menor y Armenia. Ya al comienzo del siglo IV, hay evidencia de la existencia de maniqueos en Roma y Dalmacia, y pronto también en la Galia y España. Los edictos imperiales contra los herejes y los escritos polémicos anti-maniqueos tratan de contrarrestar su influencia pero sólo a partir del siglo VI comienza a desaparecer la religión, a pesar de que continúa hasta la Edad Media ejerciendo su influencia bajo diversos ropajes en otros círculos sectarios (paulicianos, bogomiles, cátaros). Aún más exitosa y permanentemente puede mantenerse en el Este, donde florece aun cuando ya no quedan más verdaderos maniqueos en Occidente; esto se debe probablemente a que el Islam termina con la posición monopólica del cristianismo y el zoroastrimo.

En los primeros tiempos de la conquista árabe, una vez más la religión de Manes fue tolerada en Persia, en cierta manera como una religión de moda entre la gente culta. Pero Asia Central se convirtió en su centro (Turkestán, la cuenca del Tarim) a donde habría llegado desde el Irán oriental (Chorasan). Aquí incluso se convirtió, en el 762, en la religión oficial del imperio Uigur. Luego del colapso del imperio (840), se mantuvo en los pequeños estados en los que se dividió junto con el budismo y el cristianismo nestoriano hasta el siglo XIII donde desapareció por completo, víctima del devastador ataque mongol. La importancia del maniqueísmo en Asia Central se ilustra con la gran cantidad de escritos y frescos de este período que se descubrieron a principios del siglo XX, durante el curso de varias expediciones de estudiosos alemanes, franceses y rusos, a Turfan.

En el siglo VII los seguidores de Manes incluso llegaron a China, vía el Turkestán y a través de la Ruta de la Seda. En el 694, los primeros apóstoles hicieron su aparición en la corte imperial china, y compitieron con budistas, nestorianos y taoístas. Varios edictos se ocupan del maniqueísmo y los hombres de letras del Confusionismo se opusieron a él ferozmente, ya que ellos sabían, en su trabajo misionero, cómo adaptarse a la tradición china. En el 843/44 se produjo una sangrienta persecución de la que fueron víctimas la mayor parte de las congregaciones. Pero incluso hacia el final del siglo XIV, los emperadores de la dinastía Ming tuvieron ocasión de tomar medidas contra los seguidores de “la religión de la venerable luz”.

Se dice (según fuentes portuguesas) que en el sur de China sobrevivían aún en el siglo XVII tradiciones maniqueas. La influencia maniquea incluso se ha rastreado hasta el Tibet. Así, la Gnosis Maniquea ha tenido una historia de más de mil años durante la cual se difundió desde España hasta China. Manes, por lo tanto, había estado en lo cierto cuando le dijo a su comunidad: “Pero mi esperanza va a viajar al Oeste y también hacia el Este. Y ellos oirán la voz de su predicación en todas las lenguas y será predicada en todas las ciudades. Mi religión sobrepasa en este primer momento a todas las religiones anteriores, ya que las religiones anteriores fueron fundadas en lugares individuales y ciudades individuales. Mi religión irá a todas las ciudades y su mensaje alcanzará todas las regiones”.

Los escritos maniqueos

En orden a proteger su obra de la falsificación, y asegurar que no fuera olvidada, Manes le concedió mucha importancia a mantener un registro escrito de su sistema doctrinal. En esto también apuntaba a superar a sus predecesores, los profetas anteriores y los fundadores de religiones, quienes en su opinión no habían compuesto obras de motu propio y cuyo mensaje, por lo tanto, sólo había sido preservado de forma incompleta. Con este propósito, desarrolló una nueva y práctica escritura, y compuso una serie de obras en iranio y siríaco para ser producidas caligráficamente y copiadas, cosas que las que le daba mucha importancia.

La cultura superior de los maniqueos, expresada en la escritura y los libros que aparecieron, le ganaron posteriormente el epíteto de “el pintor”. Desafortunadamente sólo escasos restos de sus propias obras han sobrevivido ya sea en las citas de sus adversarios, ya sea en los escritos de su comunidad. Pero por lo menos conocemos sus títulos: “Sabuhragan”, una obra dedicada al Gran Rey Sapur I, el “Evangelio Viviente” o “Gran Evangelio”, el “Tesoro de la Vida”, el “Pragmateia” (i.e. composición, obra de historia), el “Libro de los Secretos” (o “de los Misterios”), el “Libro de los Gigantes”, una colección de cartas y misivas, algunos salmos y oraciones, así como también una especie de libro de imágenes (“Eikon” o “Ardhang”) en el cual ilustraba con dibujos su visión del mundo. Hasta el final del siglo XIX casi no había fuentes maniqueas originales salvo las pocas preservadas por los heresiólogos cristianos, zoroastrianos e islámicos.

Sólo las expediciones a Turfan (1898-1916), antes mencionadas, depararon inesperadamente un rico botín de arte y literatura maniquea (en iranio, turco antiguo y chino). Las piezas más importantes fueron a Berlín y su publicación no ha concluido aún. Entre ellas hay textos doctrinales, himnos, plegarias, rituales, formularios confesionales, catecismos, cartas de exhortación y epístolas, comentarios, material narrativo de contenido histórico y mitológico, pinturas murales y miniaturas. Los escritos están, en su mayor parte, seriamente dañados y en forma fragmentaria, pero ellos nos han permitido, por vez primera, acceso directo a esta extraña religión, aun cuando provengan de su etapa tardía (siglos VI al X). De todos modos ellos contienen fragmentos de las obras de Manes, por ej. el Sabuhragan.

Algunas décadas después (en 1930), Carl Schmidt descubrió los textos maniqueos en copto de Medinet Madi (al sudoeste del oasis Fayum, en el Egipto Central) los que fueron en parte a Berlín y en parte a Londres . En contraste con los hallazgos de Turfan, estos textos coptios son códices relativamente bien conservados y también mucho más antiguos; ellos datan del 400 aproximadamente y, por lo tanto, han sido escritos sólo 150 años después de la aparición del maniqueísmo. Los escritos fueron probablemente traducidos del griego y el siríaco durante el transcurso del siglo IV en el Alto Egipto. Su edición todavía no ha concluido y, desafortunadamente, algunas partes se perdieron durante la segunda guerra mundial. Han sido publicados la Kephalaia (i.e. “artículos principales”), un manual enciclopédico en forma de conferencias de Manes a sus discípulos, que es hasta ahora la mejor introducción a su pensamiento que tenemos; luego una colección de homilías y un libro de salmos, valiosos testigos ambos de la piedad de la comunidad maniquea.

Recientemente ha aparecido un pergamino manuscrito griego en formato de bolsillo (3,5cm x 4,5cm) del siglo IV/V que lleva por título “Sobre la génesis de su (de Manes) cuerpo”, y que en parte es una biografía de Manes compilada por su comunidad de acuerdo a las tradiciones de los primeros discípulos. Este texto, que ha sido publicado hace poco, viene también de Egipto y pertenece a la colección de papiros de Colonia. Es el primer texto original maniqueo en griego que poseemos, el cual está basado en tradiciones orientales de la comunidad primitiva.---




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Henri-Charles Puech: Sobre el maniqueísmo y otros ensayos. Marí Cucurella Miquel (tr.) Madrid: Siruela (El Árbol del Paraíso), 2006.

La colección El Árbol del Paraíso de Siruela, dedicada a temas esotéricos como Catarismo, Orfismo, Cabala, Vedanta, Nagarjuna, Swedenborg o Eleusis, publica esta irregular colección de artículos y conferencias de Henri-Charles Puech sobre el maniqueísmo. El autor advierte en el prefacio que, siendo obras concebidas y publicadas por separado a lo largo de los años, abundan las repeticiones lo cual hace que la lectura del volumen sea algo tediosa.

En cualquier caso, el ensayo fundamental que da título al libro es el primero. Se compone de tres conferencias que afrontan los temas esenciales del maniqueísmo: su concepto peculiar de salvación, su cosmología y antropología y, por último, su propuesta moral.

Para empezar hay que señalar algunas semejanzas entre maniqueísmo y gnosticismo. El creador del maniqueísmo, el sabio persa Mani (216-276) fue educado en el gnosticismo. Ambas son religiones que surgen en los primeros siglos de nuestra era, son religiones sincréticas que aúnan cristianismo, budismo y platonismo, buscan la salvación del hombre y, por último, aspiran a ser soluciones al "problema del mal". Los gnósticos explican la presencia del mal en el mundo como el subproducto de una emanación divina y los maniqueos, más radicales, atribuyen tanto al mal como al bien carácter sustancial. El Bien y el Mal se transforman en el maniqueísmo en dos fuerzas, dos raíces, cuya lucha eterna es la razón del Universo. En esta lucha han de sucederse tres momentos. El primero, en el que la luz y la oscuridad estaban completamente separadas, el segundo, la derrota de la luz que es engullida y atrapada por la oscuridad formando esto que llamamos mundo y, por último, la purificación de la luz caída que vuelve de nuevo a su origen. La salvación del hombre en ambas religiones se da cuando reconocemos nuestro origen espiritual y nos distanciamos de esta materia corporal que lo recubre. Obsérvese que la salvación es recuerdo de algo que habíamos olvidado (anámnesis). Gnosticismo y maniqueísmo califican la existencia humana de exilio, sueño, ignorancia, embriaguez... Pero el hombre es capaz de reconocerse diferente del caos y el sinsentido que implica el mundo material y buscar la salvación en su origen espiritual.

El mito cosmogónico maniqueo habla de una dualidad radical al comienzo del Universo: dos sustancias, dos raíces, Bien y Mal, Espíritu y Materia, Luz y Oscuridad. Absolutamente separadas en un principio, la Materia siente envidia del Espíritu y aspira a conquistarlo. El autor, en un alarde freudiano, interpreta este movimiento originario como la proyección del impulso primitivo de la libido carnal por apropiarse de la voluntad del hombre.

Para defenderse del Mal la Luz decide presentarse en la batalla bajo la forma del Hombre Primordial. Entonces sucede el desastre, la catástrofe: el Hombre Primordial es derrotado y su Luz engullida por la Oscuridad. En este momento tiene lugar la primera salvación: el Espíritu Vivo "tiende la mano" al Hombre Primordial y lo rescata de la Oscuridad. Es el mito del Salvador-Salvado siempre presente en las cosmogonías gnósticas. El héroe asciende de nuevo hasta la luz pero deja parte de su alma encerrada en la Materia. El rescate de este pedazo de su alma es la historia de este mundo maldito.

El "Demiurgo" castiga a los demonios (arcontes) que han vencido al Hombre Primordial. Los desuella y con la piel hace el cielo, con los huesos las montañas y con su carne la tierra. Luego divide la Luz retenida en tres partes: la que no ha sufrido mezcla le sirve para crear el Sol y la Luna, la que ha sufrido sólo un poco de mezcla sirve para las estrellas y el resto sólo podrá ser liberada con "más tiempo y artificios".

Para el rescate de la Luz restante es necesaria la llegada del Tercer enviado, el Salvador Cósmico que hace pareja con Jesús, el Salvador Individual. El Salvador Cósmico organiza el Universo como una "máquina destinada a extraer, refinar y sublimar la Luz enterrada". El Viento, el Agua y el Fuego movidos por el Sol y la Luna van extrayendo la Luz en la Materia. La Luz rescatada sube a la luna por una Columna de Luz los primeros quince días de cada mes. Los otros quince es trasvasada al sol y la luna vuelve a adelgazar.

El Tercer Enviado también utiliza otros medios para para robar la Luz a la Materia:

Pero el Tercer Enviado también pone en práctica medios menos mecánicos: en su desnudez radiante y como «Virgen de la Luz» —fi gura tomada del gnosticismo—, se aparece en el sol algunas veces a los Arcontes macho bajo forma femenina, otras veces a los Arcontes hembra bajo forma masculina. Provoca así su deseo y les hace propagar por la tierra, mezclada con su semilla, la Luz que habían engullido. Su pecado cae al suelo, hace germinar los vegetales... (p. 42)

Las diablesas, asqueadas por la rotación impuesta al Universo por el Tercer Enviado, dan a luz "Abortos" que al caer a tierra devoran las plantas y la Luz que contienen dando origen al mundo animal.

Temeroso de que el Tercer Enviado logre su propósito y robe la Luz del mundo los demonios urden un trágico plan: la creación del hombre.

la aparición del Tercer Enviado hace temer a la Materia —personificada en Az, la Concupiscencia— que su cautiva se le escape. Se le ocurre, para retenerla con lazos más tenaces, concentrar su mayor parte en una creación personal que será el contrapunto de la Creación divina. Para hacerlo, dos demonios —uno macho, Asaqlün; otro hembra, Namráél— devoran a todos sus hijos para asimilar toda la luz que pudieran contener, se aparean y dan a luz los dos primeros hombres: Adán y Eva, o Géhmurd y Murdiyánag. Así pues, nuestra especie nace de una serie de actos innobles que combinan canibalismo y sexualidad. (p. 43)

El hombre, por tanto, es el producto del demonio pero encierra dentro de sí la semilla de su redención. La salvación depende del tipo de hombre que se sea: en aquellos que han renunciado totalmente al cuerpo (abstinencia sexual, ayunos voluntarios que pueden culminar con la muerte, pobreza absoluta) la luz se ha separado de la materia y la muerte los conduce de vuelta al origen (nirvana) mientras que aquellos que estén enredados en lo material padecerán sucesivas reencarnaciones hasta alcanzar el nivel de pureza de los elegidos.

Vamos a tratar ahora el tema más conflictivo del maniqueísmo: el determinismo moral. Para los maniqueos la culpa del pecado es de la Materia y no del Alma. Esta es siempre pura y cuando peca lo hace porque es arrastrada por la Materia. Esta victoria del Mal es inevitable, es propia de la condición humana. No existe la libertad de resistir al Mal. La resistencia depende del nivel de fuerza de la Luz en nosotros y eso no depende de la voluntad. Es este aspecto de la doctrina maniquea el que más criticó San Agustín que, como se sabe, antes de convertirse al cristianismo, fue maniqueo y practicó a conciencia el inevitable pecado de la carne.

En cualquier caso, aquellos Perfectos que han reconocido su origen divino deben renunciar al mundo para mantenerse puros: no pueden cocinar pues eso implica cierto interés por vivir, no pueden comer animales pues son creaciones del demonio, sólo pueden consumir vegetales especialmente el melón y el pepino ricos en Luz...

Cuando la Luz sea liberada en su totalidad la Materia será sepultada en una fosa para siempre jamás.

Durante los siglos X, XI y XII el maniqueísmo experimentó un fuerte resurgimiento en Europa: el catarismo al sur de Francia y los bogomilos en los Balcanes. Ambas versiones orientalizadas (dualistas) del cristianismo fueron aniquiladas por la Santa Inquisición.

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